Don Baldemar Véliz Cerda (Reynosa, Tamaulipas, 1946)
A sus 78 años, Don Baldemar —o “Don Balde”, como cariñosamente lo llaman quienes lo conocen— continúa dibujando con una entrega inquebrantable. Durante más de una década vivió en situación de calle en la Ciudad de México, frecuentando zonas como los alrededores de la Diana Cazadora, el Bosque de Chapultepec y, en temporada de lluvias, Polanco. Ahí, con lápices de colores y papel en mano, creaba sin descanso desde cualquier banca, escalón o rincón soleado.
Su vida dio un giro en 2020, cuando la diseñadora Tania Ríos lo conoció mientras dibujaba un tigre. Al escuchar su historia, Tania decidió compartirla en redes sociales. A partir de ese momento, se inició un acompañamiento sostenido que, mediante la venta de su obra, diversas gestiones —incluso una rifa de un Nintendo— y una comunidad solidaria, permitió que el 18 de enero de 2022 Don Baldemar dejara la calle y se mudara a un pequeño departamento. Desde entonces, su proyecto artístico ha crecido, al igual que su posibilidad de vivir con dignidad y seguir creando todos los días.
Tania, sin buscarlo, se convirtió en su gestora cultural. Ha utilizado el diseño como herramienta social para generar oportunidades autogestivas y visibilizar historias que han sido ignoradas. Gracias a esta colaboración, Don Baldemar ha logrado exponer internacionalmente, colaborar con Netflix, Airbnb y AGO Projects, y aparecer en medios como Telemundo, Gatopardo, Coolhunter, Heraldo, TV Azteca, Televisa, Animal Político e Imagen Noticias, entre otros. Su historia también ha sido reconocida y amplificada por creadores de contenido como Jessica Fernández y Loco Fer.
Artista autodidacta, Don Baldemar comenzó a dibujar a los 11 años. Su obra, realizada principalmente con lápices de colores, es tan vasta como su historia. Su universo visual está habitado por felinos imponentes —tigres, leones, panteras— en junglas vibrantes y oníricas, pero también retrata escenas cotidianas, prostitutas, estrellas de cine, dragones, diablos, cuerpos femeninos, personajes históricos, hechos políticos, la vida en la calle y los cuartos de hotel que habitó durante su andar errante. Plasma paisajes del norte del país, memorias de su infancia en Tamaulipas y recuerdos de sus años en Estados Unidos, de donde fue deportado. A raíz de esa experiencia, comenzó a dibujar íconos de la cultura estadounidense como las Torres Gemelas, el Titanic o el presidente Kennedy. Muchos de sus dibujos incluyen textos en español y un inglés fragmentado, evocando la estética de los retablos populares.
Durante la pandemia de COVID-19, su sensibilidad lo llevó a documentar también esa crisis global: mascarillas, hospitales, virus y escenas urbanas se entremezclan con sus figuras oníricas, dejando testimonio de una época desde su mirada profundamente humana.
Ha sido fotografiado por la reconocida artista Sandra Blow y ha colaborado con creadores como Carlos Rodríguez, Taquito Jocoque y Pawa. Su obra ha sido adquirida por coleccionistas en España, Hong Kong y Estados Unidos. A la fecha ha tenido nueve exposiciones, cuatro ediciones especiales de playeras y múltiples ventas itinerantes. Muchas de estas ventas comenzaron en las bancas de Reforma y hoy siguen siendo fuente de sustento para mantener su vida digna y estable.
Su trabajo se inscribe en las corrientes del art brut y el arte naïf: sin formación académica, pero con una fuerza expresiva única, nacida de la observación, la imaginación, la resiliencia y una sinceridad brutal. Su trazo no responde a modas ni discursos, sino a una pulsión vital.
Como él mismo dice:
"Hubiera sido pintor de los grandes, pero me aferré a dibujar así nomás."
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